AdicciA?n a comer y no a los alimentos
Septiembre 2014.- La expresiA?n a�?adicciA?n a comera�? define con mayor rigor la conducta alimentaria de tipo adictivo ya, segA?n algunos expertos, no existe, de momento, evidencia sobre las propiedades adictivas de determinados alimentos. El estudio no seA�ala como culpable directo a la industria de alimentaciA?n, pero le atribuye un papel clave en las polA�ticas de prevenciA?n de la obesidad.
Un nuevo documento de consenso que ha hecho pA?blico el consorcio de investigadores NeuroFAST, en el que participan varios paA�ses de toda Europa incluido EspaA�a, concluye que a�?adicciA?n a comera��, en lugar de a�?adicciA?n a la comidaa��, detalla con mayor precisiA?n la conducta alimentaria de tipo adictivo. Publicado en a�?Neuroscience and Biobehavioral Reviewsa�? y en el que ha participado Carlos DiA�guez, del Centro de InvestigaciA?n BiomA�dica en Reda�?FisiopatologA�a de la Obesidad y la NutriciA?n (CIBERobn), recoge argumentos sobre la supuesta adicciA?n que provocan alimentos, componentes o sustancias alimenticias concretas.
El trabajo concluye que, a dA�a de hoy, no existe evidencia cientA�fica que apoye la hipA?tesis de que los alimentos involucran mecanismos cerebrales comparables a las drogas de abuso, a pesar de las opiniones de expertos de primer nivel, como el director general de Salud del Reino Unido que manifestA? que a�?la investigaciA?n demostrarA? que el azA?car es adictivoa�?. a�?Se trata de encontrar explicaciones racionales para el sobrepeso y es fA?cil culpar a los alimentos. Es cierto que algunos alimentos son mA?s atractivos que otros, debido en parte a su capacidad para estimular vA�as de recompensa en el cerebro a��tambiA�n activadas por algunos comportamientos naturales, como el sexo, y algunas drogas de abusoa��a�?, sostiene DiA�guez, investigador de la Universidad de Santiago de Compostela. a�?La gente trata de encontrar explicaciones racionales para el sobrepeso y es fA?cil culpar a los alimentosa�?.
Sin embargo, la evidencia cientA�fica actual no apoya la idea de que los distintos componentes de los alimentos ejerzan los mismos efectos que las drogas adictivas en nuestros cerebros. Con la posible excepciA?n de la cafeA�na, no hay pruebas significativas en humanos de que cualquier alimento, o sus componentes, puedan causar cambios en el cerebro que se asemejen a los observados por consumo de alcohol o nicotina. a�?Es evidente que algunas personas tienen una relaciA?n de dependencia con los alimentos, en el sentido de comer en exceso a pesar de ser conscientes de las graves consecuencias para su salud. Pero sigue siendo una fuente de controversia sustancial el considerar que la comida desarrolle una conducta adictiva similar a las drogas de abusoa�?, explica el jefe de grupo del CIBERobn.
La buena noticia para la industria de la alimentaciA?n es, segA?n DiA�guez, que no hay evidencia de que los alimentos o nutrientes particulares provocan directamente una adicciA?n basada en una determinada sustancia. La mala noticia es que, si se asume que la adicciA?n a comer es frecuente, indica que depende de un entorno que fomenta su desarrollo.
De esa forma, a�?la facilidad de acceso y una amplia exposiciA?n a un gran nA?mero de alimentos sabrosos (y baratos) -continA?a el investigador del CIBERobn-, bien pueden implicar un riesgo elevado de desarrollar una adicciA?n como el comera�?.
El experto argumenta que, gracias al trastorno de adicciA?n al juego, a�?sabemos que tanto un tratamiento individualizado y una prevenciA?n estructural a��como la reducciA?n del nA?mero de salas de juego, la restricciA?n de la publicidad de la promociA?n de los juegos de azar y el cumplimiento de las restricciones de edada�� son eficaces en un gran nA?mero de pacientesa�?.
En este sentido, cabe recordar que el profesor Jose MarA�a OrdovA?s, considerado como el padre de la NutrigenA?mica, que investiga desde hace aA�os en la Universidad estadounidense de Tufts, en Boston, opina que la investigaciA?n sobre si nuestra salud depende no solamente de lo que comemos y cuanto comemos sino ademA?s de cuando lo hacemos, en resumen, de nuestro ritmo circadiano. Este ritmo es esencial para ajustarnos a las circunstancias y necesidades cambiantes de nuestros dA�as, de los ciclos de descanso y actividad. Su regulaciA?n viene dirigida desde el nA?cleo supraquiasmatico en la base del cerebro donde una serie de genes, conocidos en conjunto como genes reloj, dictan la expresiA?n de otros genes involucrados en nuestro metabolismo. AsA� mismo, el reloj central sirve tambiA�n para sincronizar los relojes perifA�ricos que residen en nuestros A?rganos. Variaciones genA�ticas de los genes reloj, definen nuestras preferencias de comportamiento, pero tambiA�n definen nuestro riesgo de obesidad y nuestra respuesta a la dieta. AsA� se ha demostrado para varios de los genes principales y especA�ficamente para el CLOCK donde se observe que uno de los polimorfismos comunes esta asociado con un consumo calA?rico mayor y consecuentemente con un riesgo mayor de obesidad.
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